miércoles, 30 de septiembre de 2009

Tipos de texto - dranmatico

El duque de ViseoTragedia en tres actos, representada la primera vez por los actores del Coliseo del Príncipe en 19 de mayo de 1801.PERSONAS.ENRIQUE, usurpador de Viseo.EDUARDO, hermano suyo y duque legítimo.VIOLANTE, hija de Eduardo, con el nombre de MATILDE.EL CONDE DE OREN.ATAIDE, alcaide.ASÁN, esclavo negro.ALÍ, esclavo negro.GUARDIAS DE ENRIQUE.SOLDADOS DE OREN.La escena pasa en Portugal, en una fortaleza del duque de Viseo.Acto primero.Escena IMATILDE estará sentada en ademán afligido; ATAIDE en pie algo separado de ella, observándola.ATAIDE.¿Siempre llorando? La mortal tristeza,El amargo cuidado que en vos miroDesde que a esta mansión os condujeron,¿No darán al consuelo algún camino?¿Ni este respeto universal que os sigue,Ni el obsequio del Duque y los cariños,Ni las galas, la pompa y las riquezasQue halagan vuestros ojos de contino,Os pueden distraer?MATILDE.¿Pensáis, Ataide,Que puede acaso al sentimiento míoEsconderse esta triste servidumbreEntre un vano oropel que yo no admiro?Ocho veces el sol ha iluminadoLas formidables torres del castillo,Desde que en él, sin el amor de un padreY sin mi libertad, llorando vivo.¿Qué intenta el Duque? ¡Oh Dios!ATAIDE.Más bien señoraQue súbdita aquí os veis: sus beneficios...MATILDE.El bien que hace la fuerza es una injuria:Cargáronme de joyas y atavíos,Y me privaron de la paz dichosaQue yo gozaba en mi inocente asilo.¿Qué sirvió resistir? El Duque airadoDijo: «Yo así lo mando;» y fue precisoHumillarse y ceder. Yo conducidaPor esos negros fui, dignos ministrosDe tal violencia, en tanto que a mi padreHablaba el Duque... Ataide, si el gemidoDe una mísera víctima os conduele,¿Qué es, decid, de su suerte? ¿En este sitioQuién la entrada le niega? ¿Quién estorbaQue yo vierta en su seno mis suspiros?ATAIDE.En salvo está, aunque ausente: consolaos,Y por él no temáis.MATILDE.No siempre han sidoTan injustos los dueños de Viseo;Y si el noble Eduardo fuera vivo,No aquí se viera la infeliz MatildeSu afán al cielo denunciando a gritos.Aquel sí que era grande y virtuoso.¡Cuántas veces mi padre su benignoCarácter me pintaba y sus virtudes,Dignas de mejor suerte! Yo en oírloLloraba de placer. ¡Cuántas decíaQue en su fiel corazón cual tiernos hijosAmaba a sus vasallos! Él es muerto,El fiero Enrique manda; ¡y yo he nacidoEn tiempo tan fatal!ATAIDE.Bella Matilde,Esos nobles afectos son bien dignosDe la augusta memoria de Eduardo.Cuando sepáis... Enrique al conducirosA este palacio os rinde el homenajeQue mandan la virtud y el atractivo,Siempre afable con vos, siempre halagüeño...MATILDE.¿Puedo yo comprender lo que es conmigo?Tímido a veces, vergonzoso y triste,Clavando en mí sus ojos doloridos,Tiembla y suspira, y por hablar anhela,Y la palabra entre sus labios fríosHelada espira; a veces obsequioso,Con rostro alegre y ademán festivoElogios prodigándome y halagos,Quiere que mi dolor dé yo al olvido.Otras, en fin, cuando a saber mi suerteMe presento a su vista de improviso,Se estremece aterrado, y me despide,De un horror tan funesto poseído,Que se extiende hasta mí, y huyo al instanteSin poderme valer.ATAIDE.Yo no me admiroQue aún no entendáis la desigual porfíaQue esconde en su interior. Mas si de un vivo,Si de un vehemente amor...MATILDE..Esto faltabaQue a herir mi corazón y mis oídosViniesen esas voces de ignominia,Y viniesen de vos. ¡Ah! yo os he vistoTal vez a mi desgracia y a mis penasMostrar semblante tierno y compasivo;Pero erré, ya lo advierto; y la inclemenciaDe mi cruel estrella me ha traídoA morar entre fieras, donde nuncaLa piedad y el honor hallan abrigo. (Vase.)Escena II.ATAIDE.¡Fiereza hermosa! ¡Oh cuál se muestra en ellaSu generosa cuna! En vano ha sidoTemer yo que el poder y la opulenciaHallasen a sus ojos atractivo.Ya en fin es tiempo de acabar mi obra,Y el velo que cubrió tantos delitosSe rompa de una vez.Escena III.ENRIQUE, ATAIDE.ENRIQUE.Detente, Ataide,Y escucha a tu señor: es ya precisoDe una vez explicarse y que se acabeLa afanosa inquietud en que ahora vivo.¿Cuál, dime, es la mudanza que en ti veo?Tú, de mis penas confidente antiguo,Tú, que fuiste mi cómplice, me olvidas,Y me niegas tu amparo en el abismoDonde hundido me ves. No te recuerdoLa vida y libertad que me has debido,Los bienes y el favor que largamenteMi incansable amistad partió contigo;Mas ¿por qué, dime, mi presencia evitas?¿Por qué con ceño y ademán esquivoTe he de hallar siempre? Si de ti pendieraDerramar el balsámico rocíoDe la tranquilidad sobre las penasQue en este triste corazón abrigo,¿No fueras tú el primero a consolarme?No hallara en ti mi agitación su alivio?ATAIDE.No lo dudéis, señor; por mí conozcoEl peso que tras sí deja el delito.Sabed que ya no basto a sostenerle,Y ¡oh cuántas veces la fortuna envidioDe aquellos que al furor de vuestro brazoLanzaron tristes el postrer suspiro!¿Qué no dierais, decid, porque a la vidaVolver pudiese del sepulcro fríoEl mísero Eduardo?ENRIQUE.Escucha, Ataide,¿Por qué mentar su nombre a mis oídos?Mi pecho por mi mal aún no es de bronce;Y a pesar del horror donde impelidoFui por mi frenesí, sabe que a vecesAun de ternura y de dolor suspiro.Él me amaba en un tiempo, y yo le amaba,Y era inocente... ¡Oh sin igual delito!¡Oh Eduardo! ¡Oh Teodora!... Más la ingrata¿No le prefirió a mí? ¿No dio al olvido,Por el suyo, mi amor?... ¿Ves la agonía,Ves el remordimiento y el martirioQue desde el punto de su infausta suerteSin poderlos calmar traigo conmigo?Pues no son tan funestos a mi pechoComo la gloria, la fortuna, el brilloQue siempre coronaban a EduardoPara eterno baldón y oprobio mío.Yazca por siempre en la espantosa tumbaDonde por mi precipitado ha sido,Y no perturbe su memoria amargaEl dulce instante en que a mi bien camino.Sí, Ataide; aquel amor irresistibleQue pudo conducirme al parricidio,Ahora me tiende su amigable mano,Y me va a libertar del precipicio.ATAIDE.¡El amor! Perdonad: yo imaginabaQue eternamente en vuestro pecho escritoEl nombre de Teodora viviría,A pesar de los tiempos y el olvido.Su amor por Eduardo, su himeneo,A vuestro negro afán dieron principioY a los atroces celos que afilaronPara su muerte el vengador cuchillo.Murieron; desde entonces vuestros díasDe amargura y dolor fueron vestidos,Y pronunciar el nombre de TeodoraSe os oye siempre en lastimoso grito.ENRIQUE.¡Ah! yo adoro a Teodora más que nunca:¡Olvidarla! jamás; pero el destinoVida la vuelve a dar, y ella renaceA atormentar de nuevo mis sentidos.¿Respirar no la miras en Matilde?La misma gentileza, el mismo brío;Suyas son sus bellísimas facciones,Suyo en los ojos el ardor divino.ATAIDE.Mas ¿qué vana ilusión os arrebata?Volved en vos, señor; ese prestigioDilatará vuestra profunda herida,En vez de darla, cual pensáis, alivio.Otras sendas buscad, que distraerosPodrán; volved al bélico ejercicio,Que en el ardor de vuestra edad primeraToda su gloria y sus delicias hizo.La guerra con Castilla se prepara;El Rey gustoso os llevará consigo,Y Marte ahuyentará vuestros pesaresMejor que un amoroso desvarío.¿El nombre del amor no os amedrenta?¿No llega a estremeceros el peligroDe dar los labios a la copa en dondeSólo hiel y dolor habéis bebido?Sacudid la ilusión que va a perderos.ENRIQUE.No es ilusión, Ataide: por mí mismoMuerte me viste dar a la que amaba;Y agitado sin fin y consumidoEn imposible abrasador deseo,¿Qué tormento jamás se igualó al mío?Desde el momento aquel beldad ningunaMis ojos aduló con su atractivo,Ni voz ninguna en agradables ecosResonó dulcemente en mis oídos.La rabia sola de mi inútil crimenHalló en mi pecho su funesto abrigoHasta que vi a Matilde. ¡Oh! ¡cómo al verlaMi corazón pasmado, estremecido,Sintió delante a la infeliz TeodoraY embravecerse su tormento antiguo!Mientras más la contemplo, más la adoro;No ya tras una sombra, un bien perdido,Se exhalarán mis áridos deseos:Cese ya aqueste afán, este delirio;Amor va a coronarme, y venturosoA Teodora en Matilde al fin consigo.ATAIDE.¿No veis que os engañáis? Nadie el sosiegoEn la violencia halló ni en el delito;Ella no os puede amarENRIQUE.¿No puede amarme?¿Y por qué?Escena IV.MATILDE. - Dichos.MATILDE.Perdonad si a interrumpirosMe atrevo ahora: ¿a las palabras míasConcederéis, señor, atento oídoUn momento siquiera?ENRIQUE.¡Ah! ¿cuál momentoDe mi vida no es tuyo? De este sitio,Ataide, te retira.(Vase ATAIDE.)Escena V.ENRIQUE, MATILDE.ENRIQUE.Habla, no tiembles¿Por ventura en poder de un enemigo,De un señor irritado, estás ahora?MATILDE.¿Qué sé yo? Contemplad en mis gemidos,Y contemplad mi suerte: aprisionada,Arrancada al halago de los míos,Aquí suspiro en vano, y aún ignoroDe tal suceso el infeliz motivo.Si es castigo tal vez, sepa yo al menosCuál vuestra ofensa y mi delito ha sido;Y si es favor, vuestras bondades busquenOtro objeto, señor.ENRIQUE.No le hay mas dignoEn la tierra. Pues qué, ¿tú sola ignorasQue en la humildad de tu anterior destinoEl valor y beldad que te dio el cieloSe hallan indignamente oscurecidos?Eleva tu ambición: el más excelsoSeñor de Portugal, que aún al Rey mismoQuizá se iguala, tu hermosura adora,Y rinde a tus encantos su albedrío.Tus labios hablarán, y mil esclavosAdorarán tu gusto y tus caprichos.Tu estancia harán los mármoles y el oro,La pompa del oriente tu atavío.MATILDE.No, señor, no; los mármoles que adornanEl oro con que brilla este recintoSe niegan al contento y al sosiego,Que de aquí para siempre ausentes miro.¡Ay! ¡cuánto valen más las frescas flores,Sencillo adorno del albergue mío,Flores que mi Leonardo me llevabaEn tiempos más alegres y tranquilos!ENRIQUE.Calla, cruel. (Ap. ¡Con que a sufrir de nuevoDe los amargos celos el cuchilloCondenado he de verme!) Ese Leonardo¿Quién es?MATILDE.¿En qué, señor, os ha ofendido,Para que sólo de escuchar su nombreTan de repente os irritéis conmigo?ENRIQUE.¿Quién es?MATILDE.Nacido como yo de un padreAl campo consagrado y su cultivo,Leonardo es un soldado valerosoQue del conde de Oren siempre fue amigo;Él le llevó a la guerra, y con él viveEn el fuerte cercano a este castillo.ENRIQUE.¿Y le amas?MATILDE.¿Si le amo? PreguntadloA aqueste corazón, en donde al vivoEstá en rasgos de fuego retratado;Preguntadlo a los montes convecinos,Que de nuestros dulcísimos amoresYa tantas veces cómplices han sido.ENRIQUE.¿Y así te atreves a decirlo?MATILDE.¿AcasoEs, señor, el amar algún delito,Para ocultarlo?ENRIQUE. (Ap.)¡Con que yo soy sólo,Yo sólo el que, abrasado, consumidoEn fuego criminal, nunca a mis labiosPuedo pasar los sentimientos míos!Mas pues padezco yo, padezcan todosOlvidar a Leonardo es ya preciso;Matilde, yo lo mando.MATILDE.Es imposible;Que el amor no se manda ni el olvido.ENRIQUE.La fortuna a su trono te convida,Y ese amor te envilece.MATILDE.¡Ah! Que es tan ricoDe bello honor y de virtud Leonardo,Que en vez de avergonzarme en su cariñoMil veces más y mil le idolatraraSi fuese dable acrecentar el mío.¡Faltarle yo! Jamás: el alto cieloDe las tiernas palabras fue testigoCon que juré ser suya; y sabe el cieloCómo mi corazón ansia cumplirlo.ENRIQUE.¡Oh mujer temeraria! No prosigas.MATILDE.Excusadme, señor; yo me retiro.Permitidme...ENRIQUE.Detente... Yo te amo;¿Lo sabes?MATILDE.¿Vos, señor?ENRIQUE.El pecho míoEs un volcán furioso que va a ahogarmeSi templarle en tus brazos no consigo:No pretendas huir, es imposible.Escúchame: mi mano, el poderíoCon que me ves lucir, todo es ya tuyo,No lo desdeñes: si ultrajar me miroCon tal desprecio, la violencia entonces...MATILDE.¡La violencia! Ese oprobio es tan indignoDe vos.ENRIQUE.Piénsalo bien; piensa, Matilde,Que estás en mi poder.MATILDE.Sí, y eso mismoEs lo que al cabo a defenderme basta.Vos sois noble, señor; vos de mi asiloA este opulento alcázar me trajisteis;Y si en él un perverso, un foragidoAmagase mi honor, ¿quién me escudara,Sino vos sólo, en tan fatal conflicto?Dadme pues contra vos seguro amparo.Yo arrodillada a vuestros pies le pido,Y en mi llanto bañándolos, imploroLa piedad que se debe al desvalido.Respetad mi inocencia, y no en un puntoA los ojos del mundo y a los míos,Y a los vuestros también, objeto seaDe ignominia y baldón.ENRIQUE.(Ap. A su atractivoMi furor se desarma.) Oye, MatildeLa ansiosa agitación en que te miroDisculpe tu osadía; mas es fuerzaSacudir de su pecho aquese indignoAmor, que de ti misma y de tu amanteVa a ser la perdición si preferidoEs por más tiempo a las finezas mías.Yo, que soy tu señor, a ti me rindo,Y a tu belleza y gracias inocentesMi nobleza y mi gloria sacrifico.Decídete en el término de un día,Y sepa yo por fin si mi destinoHa de ser siempre el de encontrar ingratosY usar de la violencia y del castigo.Escena VI.MATILDE.¡Mísera! ¿Dónde estoy? ¿Quién me ha arrojadoAl doloroso trance en que me veo,En las garras de un tigre abandonada,Sin poderme valer? ¡Oh Dios eterno!Si de la gloria de tu excelso tronoEl llanto ves que de mis ojos vierto,Sé compasivo a mi plegaria humilde,Y escuda a esta infeliz en tanto riesgo.¿Qué hay de común entre mi baja suerteY el señor soberano de Viseo?¡El bárbaro! ¡Y afirma en sus furoresQue se abrasa de amor su injusto pecho!Oprimir no es amar... Leonardo mío,¿Dónde estás, que no escuchas mis lamentos?¿Dónde estás? Ven, rescata a tu MatildeDe tan inesperado cautiverio.Ven volando, mi bien... Mas ¡desdichada!¿Qué pronuncio? ¡Ah! No vengas: tus esfuerzosSe estrellarán contra poder tan grande,Y sin fruto los dos nos perderemos.Sola yo debo perecer.Escena VII.OREN, en traje de soldado - MATILDEOREN.¡Matilde!MATILDE.¿Qué escucho? ¡Ay Dios! Él es.OREN.Al fin te encuentroTras de tanto afanar.MATILDE.¡Oh vida mía!¿Dónde te arrastra tu amoroso empeño!¿Cómo, di, penetraste en este alcázar,Albergue de opresión y de tormento?Tú vienes a morir.OREN.¿Y qué es la muerteSi en tu defensa y a tu vista muero?¿Puede acaso igualar en su amarguraA la triste aflicción, al desconsueloQue al encontrarme sin tu dulce vistaSobre este ansioso corazón cayeron?Llegó la hora: del amor guiado,Volé en sus alas a tus ojos bellos,Y el puesto solitario me recibe.Perdóname: culpable aquel momentoTe contemplé, y lloré: corro a tu albergueSin detenerme, y viéndole desierto,Pregunto a todos, y confirman todosDe mi desdicha el infernal recelo.Perdóname otra vez: harto he sufridoEn escuchar mis ponzoñosos celos,En sospechar que la ambición pudieraLanzar a amor de tu inocente pecho.La entrada a este castillo me abre el oro,Y yo por él frenético corriendo,Te encuentro al fin, y a tu presencia olvidoMi mortífera duda y mis tormentos.MATILDE.¿Y añadiste, cruel, esa sospecha,Indigna tanto de los dos, al truenoQue repentinamente en nuestro dañoLanzó irritado el enemigo cielo?Tú quizá en tu furor me maldecías,Y yo, postrada ante el tirano fiero,Despreciando su orgullo y su opulencia,Juraba a voces tu cariño eterno.Pero tú no lo dudas... ¡Ay Leonardo!Sálvate por piedad; tu fin es ciertoSi te halla el Duque; a mi dolor no añadasEl dolor de mirarte en tanto riesgo,Y aún tu muerte quizá. ¡Si tú supierasA qué aspira el tirano en sus deseos!Mas no receles; sin tu amor ¿qué valenSu pompa toda y su insolente imperio?OREN.¡Con que usurparme el bárbaro pretendeTu corazón!MATILDE.¿Qué importa? Atiende: el tiempoCorre, y con él acaso la esperanzaDe poderte librar. Huye. si el cieloAlas con que seguirte a mí me diera,¡Oh cuál tendiera fugitiva el vueloLejos de esta prisión triste y horrenda!Mas no es posible huir, ni hay otro medioQue resistir, sufrir, y si la muerteLlega, morir.OREN.No al congojoso miedoTe abandones así; pronto, no dudes,Te verás salva de él.MATILDE.¿Cómo a su inmensoPoder contrarestar? Tú ya te olvidasDe la distancia que fortuna ha puestoEntre tu humilde condición, Leonardo,Y el tirano que atroz manda en Viseo.OREN.No hay tanta. no.Escena VIII.ENRIQUE, ATAIDE, ASÁN, ALÍ, GUARDIAS. - Dichos.ATAIDE.Aquél es; vos de su labioOs podéis cerciorar.MATILDE.¡Oh Dios eterno!Él es, él es: ¡ay tristes de nosotros!ENRIQUE.¡Insensato! Sin duda el justo cieloPor castigar tu atrevimiento locoAquí te trajo delirante y ciego.¿Quién eres? Mas ¿qué dudo? El miserableQue de Matilde sorprendió el afecto,Y que en engaños pérfidos envuelveSu tierna edad y su inocente pecho.OREN.Sí, yo soy; no quien debe a los engañosDe su apacible amor el bien inmenso;Mi fe llamó su fe sencilla y pura,Su dulce llama se encendió en mi fuego.ENRIQUE.Pues sabe que esa llama es en tu dañoUn espantoso inapagable incendioQue te va a devorar: tiembla. ¿ConocesEn mí el rival de tu infeliz deseo?OREN.Sí, te conozco: en tu insensato orgulloPiensas que al verme en tu presencia tiemblo,Y tu poder frenético me inspiraSólo abominación y menosprecio.¿Yo temblar? Pues, tirano, ¿soy acasoQuien la ha arrancado del hogar paterno?¿Soy el que aspira a conseguir cariñosDe un corazón con la violencia opreso?Tu bárbara injusticia tiemble sola,No yo, que a ti tan superior me veo.Aquí, en tu alcázar, a tus mismos ojos,De tus viles satélites en medio,Y de tu furia entera amenazado,Triunfando estoy de ti. ¿No lo estás viendo?Ella me ama. A nuestros dulces votosMirándote presente a tu despecho,Allá dentro de ti mi suerte envidias,Y yo la tuya sin cesar detesto.MATILDE.(Poniéndose en medio de los dos.)¡Ah! ¿Qué haces, infeliz? Ve que te pierdes.Y vos, señor, en vuestro noble pechoRecordad vuestro nombre, y no a mancharos...ENRIQUE.(Separándola.) Quítate.- ¿Tú quién eres? En el senoDe tu fortuna humilde no se críanUna arrogancia y ademán tan fieros.Dilo; no aguardes a exhalar tu vidaAl rigor de los hórridos tormentosQue te preparo.ORENA vista del peligroJamás mi nombre se miró encubiertoSoy tu igual en poder, igual en sangreEs el conde de Oren quien estás viendo.MATILDE.¡Desdichado! ¿Qué escucho? ¡En cuál abismoMe quisisteis hundir, injustos cielos!¡Uno me oprime! ¡Otro me engaña! ¡Ingrato!OREN.Perdona; te engañé, yo lo confieso:Quise deber tu amor a mi amor sólo,No a la opulencia ni al poder ni al miedo.ENRIQUE.Pues bien, ni tu poder ni tu opulencia,Ni el amor que te trajo aquí encubierto,Ni el amor que te tienen y es tu gloria,Te librarán de mi rencor violento.Ataide, que a una torre del castilloSea prontamente arrebatado; y presoDe Oren el conde, se acostumbre en ellaA respetar al duque de Viseo.(ATAIDE y una parte de los guardias rodean a OREN.)ORES.¡Infame! En insultarme, en oprimirme,Cuando me ves sin armas indefenso,La ley de los cobardes has seguido,No la prez ni el honor de caballero.Si digno fueras de tu noble sangre,Si digno de tu nombre, en campo abiertoLa dama a tu rival disputarías,Blandiendo airado el generoso acero.¿Escuchas al valor? Más los cruelesSiempre cobardes y menguados fueron:Responde; tu igual soy.ENRIQUE.Tu fin entonces,Sin ser por el combate menos cierto,Más bello y más espléndido sería.Tú has entrado en mi alcázar encubiertoY a fuer de un miserable disfrazadoYo no conozco así los caballeros.Muere pues como un vil oscuramente.-Llevadle.(ATAIDE y los guardias salen con OREN.)MATILDE.A mí con él, ministros fieros,Sacrificad también; vedme aquí pronta.ENRIQUE.Separadlos. -Asán, llévala lejosDe mí, donde la ingrata se decidaEntre su elevación o su escarmiento.(ASÁN y ALÍ se llevan a MATILDE por un lado, y ENRIQUE y el resto de los guardias se van por el

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SOLÓN de ATENAS...



La Moira es, en efecto, quien da a los humanos el bien y el maly son inevitables los dones de los dioses inmortales.En todas las acciones hay riesgo y nadie sabeen qué va a concluir un asunto recién comenzado.Así que uno que pretende obrar bien no ha previstoque se lanza a un duro y enorme desastre,y a otro, que obró mal, le concede un dios para todola suerte del éxito, que contrarresta su propia torpeza.De la riqueza no hay término alguno fijado a los hombres;pues ahora entre nosotros el que más bienes tieneel doble se afana. ¿Quién puede saciarlos a todos?Las ganancias, de cierto, las dan a los hombres los dioses,y de ellas procede el desastre, que Zeus de cuando en cuandoenvía como castigo, y ya uno, ya otro lo recibe.

proyecto de vida

Mi nombre es Erick Israel Vallejo Gamboa, naci en la ciudad de sanfernando me crie aqui, me clasifico como una persona amable, alegre, luchadora, un poco inteligente pero sobre todo que no se deja influenciar por las demas personas. Mis mejores momentos cuando acepte a Dios en mi corazon y los he pasado con mi familia y amigos o amigas, dependo de mis padres para todo.

Me gustaria terminar el cbta y de hay irme a estudiar gastronomia y musica en la ciudad de puebla, despues de terminar mi carrera yo me miro en la ciudada de paris, dirijiendo el mejor restauran de toda francia y se el mejor y claro tener una familia con la mujer que dios me de.